La muerte de la familia Romanov

En el verano de 1918, concretamente la noche del 16 de julio, la familia imperial fue sacada literalmente de la cama y ordenada a bajar al sótano de la casa donde habían estado en cautividad en la Región soviética de los Urales llamada Ekaterimburgo. Mientras el zar, la zarina y el zarevich se sentaron en sillas, sus hijas se situaron alrededor. Un pelotón armado capitaneado por el Comisario Yurovksky, un hombre frío y despiadado, de repente entró en el sótano. El carcelero, anunció que todos ellos iban a ser fusilados. Inmediatamente los hombres abrieron fuego y continuaron disparando a la familia entera del zar y sus criados. La leyenda cuenta que los dos últimos en morir fueron el débil zarevich y Anastasia. Un dato estremecedor fue desvelado a las pocas semanas. Se dice que los soldados incendiaron las posesiones y la casa donde estuvieron confinados, y tiempo después se encontraron los restos de todos ellos en un bosque. Aunque las labores de identificación de los restos fueron difíciles y se llegó a la conclusión de que cabría la posibilidad de que Anastasia y el zarevich se hubieran salvado. Uno de las causas manejadas era que por la edad de los huesos y los dientes encontrados se confirmaba la muerte de 3 de las duquesas, pero no de los dos hijos restantes.
También se encontraron seis pares de corsés, por lo que inicialmente se dedujo que había 6 mujeres (cinco pertenecían a la Familia Imperial y otro a la criada), pero posteriormente se comprobó que las cuatro duquesas llevaban puestos dos pares de corsés para esconder los diamantes y las joyas, por lo tanto, faltaban dos pares de corsés.